Sin lugar a dudas, el siglo XXI nos deparará grandes desafíos en las estructuras socioeconómicas y políticas que en la actualidad rigen las relaciones entre sociedades e individuos. Retos que harán repensar, desde los flujos comerciales hasta el método de relación entre las personas. Vivimos así, en un mundo globalizado, un planeta en donde la interrelación es tal que para bien o para mal la construcción de un mundo nuevo debe ir unida a una forja de voluntades entre la ciudadanía de cada parte del planeta.
De esta forma, el trabajo en red entre la sociedad civil y la clase política y económica es a todas luces la herramienta imprescindible para hacer posibles esas sinergias capaces de impulsar cambios de raíz. Revoluciones pacíficas que tendrán que fijar una tercera revolución industrial en donde el abandono del medio energético fósil de paso a las energías limpias como verdaderos motores de desarrollo económico que al mismo tiempo impulsarán la salvación global ante el calentamiento climático, modelo en definitiva de desarrollo sostenible, que si sabemos gestionar, podría permitir a continentes con gran potencial en energías de esta índole como el caso de África un desarrollo justo, igual y libre, una creación de riqueza que podría lograr esa ansiada desaparición real de la pobreza y la miseria de esa parte del mundo. Pero no sólo las transformaciones deberán de ser en el campo de la “economía verde”, sino de igual forma deberán extrapolarse al control de los flujos financieros y de la inversión en los países en vías de desarrollo. Toca ya replantear o sustituir el modelo de FMI por un modelo real que permita a dichos países no ser esquilmados con un colonialismo económico que como visado aduce el libre mercado. Frente a ello, deben de fijarse mecanismos de control que permitan que los capitales y las riquezas obtenidas en las plusvalías sirvan para retornar al país inversor de origen, pero en igual grado para permitir el desarrollo del lugar donde se da el beneficio, fijando para ello impuestos justos para todas aquellas corporaciones inversoras.
En definitiva, tenemos y debemos replantear la génesis del propio sistema de flujos económicos. Al mismo tiempo tenemos y debemos impulsar una nueva estructura global que haga posible que las libertades y derechos fundamentales se garanticen, no como una quimera sino con un realidad concreta, eliminando de la esfera internacional elementos tan injustos como el “derecho a veto” en los organismos internacionales de determinados países, porque en definitiva el derecho de unos pocos no puede vetar la voluntad de muchos.
Creer en la igualdad es construir en definitiva un nuevo modo de entender las relaciones interplanetarias, para ello más que nunca el pensamiento progresista debe impulsar el trabajo en red , codo a codo , paso a paso con la sociedad civil, sociedad que debe de esta forma servir como motor impulsor de estos cambios necesarios que deben de venir de la clase política. Y ante tantos desafíos y retos, la sociedad tiene ante si una herramienta útil: la E-Democracia , esa que permite a golpe de ratón comunicarse con miles de personas a tiempo real, una red social de conexión directa en definitiva cuyo poder marcará un nuevo tiempo, un tiempo de democracia directa y de justicia global.
La Poesía puede hacer visible lo invisible y posible lo imposible, al igual que el libro puede ver al árbol que lleva dentro y la hoja en blanco puede ver todos los ríos de tinta que le recorren.
Cuatro frases que hacen crecer la nariz de Pinocho La salud del mundo está hecha un asco. 'Somos todos responsables', claman las voces de la alarma universal, y la generalización absuelve: si somos todos responsables, nadie lo es. Eduardo Galeano
1 Somos todos culpables de la ruina del planeta.
La salud del mundo está hecha un asco. 'Somos todos responsables', claman las voces de la alarma universal, y la generalización absuelve: si somos todos responsables, nadie lo es. Como conejos se reproducen los nuevos tecnócratas del medio ambiente. Es la tasa de natalidad más alta del mundo: los expertos generan expertos y más expertos que se ocupan de envolver el tema en el papel celofán de la ambigüedad. Ellos fabrican el brumoso lenguaje de las exhortaciones al 'sacrificio de todos' en las declaraciones de los gobiernos y en los solemnes acuerdos internacionales que nadie cumple. Estas cataratas de palabras -inundación que amenaza convertirse en una catástrofe ecológica comparable al agujero del ozono- no se desencadenan gratuitamente. El lenguaje oficial ahoga la realidad para otorgar impunidad a la sociedad de consumo, a quienes la imponen por modelo en nombre del desarrollo y a las grandes empresas que le sacan el jugo. Pero las estadísticas confiesan. Los datos ocultos bajo el palabrerío revelan que el 20 por ciento de la humanidad comete el 80 por ciento de las agresiones contra la naturaleza, crimen que los asesinos llaman suicidio y es la humanidad entera quien paga las consecuencias de la degradación de la tierra, la intoxicación del aire, el envenenamiento del agua, el enloquecimiento del clima y la dilapidación de los recursos naturales no renovables. La señora Harlem Bruntland, quien encabeza el gobierno de Noruega, comprobó recientemente que si los 7 mil millones de pobladores del planeta consumieran lo mismo que los países desarrollados de Occidente, "harían falta 10 planetas como el nuestro para satisfacer todas sus necesidades". Una experiencia imposible. Pero los gobernantes de los países del Sur que prometen el ingreso al Primer Mundo, mágico pasaporte que nos hará a todos ricos y felices, no sólo deberían ser procesados por estafa. No sólo nos están tomando el pelo, no: además, esos gobernantes están cometiendo el delito de apología del crimen. Porque este sistema de vida que se ofrece como paraíso, fundado en la explotación del prójimo y en la aniquilación de la naturaleza, es el que nos está enfermando el cuerpo, nos está envenenando el alma y nos está dejando sin mundo.
La salud del mundo está hecha un asco. 'Somos todos responsables', claman las voces de la alarma universal, y la generalización absuelve: si somos todos responsables, nadie lo es. Como conejos se reproducen los nuevos tecnócratas del medio ambiente. Es la tasa de natalidad más alta del mundo: los expertos generan expertos y más expertos que se ocupan de envolver el tema en el papel celofán de la ambigüedad. Ellos fabrican el brumoso lenguaje de las exhortaciones al 'sacrificio de todos' en las declaraciones de los gobiernos y en los solemnes acuerdos internacionales que nadie cumple. Estas cataratas de palabras -inundación que amenaza convertirse en una catástrofe ecológica comparable al agujero del ozono- no se desencadenan gratuitamente. El lenguaje oficial ahoga la realidad para otorgar impunidad a la sociedad de consumo, a quienes la imponen por modelo en nombre del desarrollo y a las grandes empresas que le sacan el jugo. Pero las estadísticas confiesan. Los datos ocultos bajo el palabrerío revelan que el 20 por ciento de la humanidad comete el 80 por ciento de las agresiones contra la naturaleza, crimen que los asesinos llaman suicidio y es la humanidad entera quien paga las consecuencias de la degradación de la tierra, la intoxicación del aire, el envenenamiento del agua, el enloquecimiento del clima y la dilapidación de los recursos naturales no renovables. La señora Harlem Bruntland, quien encabeza el gobierno de Noruega, comprobó recientemente que si los 7 mil millones de pobladores del planeta consumieran lo mismo que los países desarrollados de Occidente, "harían falta 10 planetas como el nuestro para satisfacer todas sus necesidades". Una experiencia imposible. Pero los gobernantes de los países del Sur que prometen el ingreso al Primer Mundo, mágico pasaporte que nos hará a todos ricos y felices, no sólo deberían ser procesados por estafa. No sólo nos están tomando el pelo, no: además, esos gobernantes están cometiendo el delito de apología del crimen. Porque este sistema de vida que se ofrece como paraíso, fundado en la explotación del prójimo y en la aniquilación de la naturaleza, es el que nos está enfermando el cuerpo, nos está envenenando el alma y nos está dejando sin mundo.
PUEDO
Puedo erguirme por encima de mis pesares,
escuchar el viento interior,
el vacío que me enreda
en su infinita belleza de soledad.
Puedo descansar plácidamente
sobre las ruinas,
y escuchar su palpitación universal.
Puedo prestar mi cuerpo a la lluvia
y sumarme gota a gota.
Puedo ver la sombra de mis ojos
y sentir la luz sobre mi espalda.
Tanto tiempo caminando
para darme cuenta
de que no son los pies
los que caminan,
son las alas las que me llevan
más allá de lo abstracto.
( Ada Luz Márquez)
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.
escuchar el viento interior,
el vacío que me enreda
en su infinita belleza de soledad.
Puedo descansar plácidamente
sobre las ruinas,
y escuchar su palpitación universal.
Puedo prestar mi cuerpo a la lluvia
y sumarme gota a gota.
Puedo ver la sombra de mis ojos
y sentir la luz sobre mi espalda.
Tanto tiempo caminando
para darme cuenta
de que no son los pies
los que caminan,
son las alas las que me llevan
más allá de lo abstracto.
( Ada Luz Márquez)
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.
La historia de las cosas
Os presento el documental " La historia de las cosas", ejemplifica de forma sencilla y directa nuestro insostenible actual Sistema de consumo
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Voto contra la libertad religiosa, Suiza (29-11-09)
L@s votantes suizos hayan decidido hoy introducir en la Constitución la prohibición de construir minaretes. La prohibición, cuya entrada en vigor es inmediata, constituye una violación del derecho a la libertad de religión de las personas musulmanas que viven en el país y de la prohibición de discriminación a causa de las creencias religiosas, establecidos en diversos instrumentos internacionales de derechos humanos en los que Suiza en Estado Parte.
LA ISLA DE LAS FLORES
Aquí puedes ver el documental que, a mi humilde parecer, ejemplifica de forma clara y visual el Sistema Capitalista.
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Aquí puedes ver el documental completo:
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