Vagaba sin rumbo entre las horas.
Las manecillas del pasar del tiempo eran acunadas por los puntos cardinales, que sumergían los momentos en ondas de agua.
Hablaba un lenguaje sin palabras, sin sonidos, sólo caricias que se escapaban del pasar rutinario de los días,
como si a su paso se disiparan las sombras inertes del recuerdo,
como si a su paso se disiparan las sombras inertes del recuerdo,
como si los años fueran espejismos.
Tanta tormenta convirtió su corazón en viento que se quedó inmóvil ante las montañas y herido de granizo de recuerdos distraídos y nostalgias contraídas.
Tantas hojas inertes caían frente a sus pies que decidió convertirse en semilla y así germinar sus pasos con la lluvia que caía de su mirada.
Así que latió con todas sus fuerzas,
como si cada golpe de corazón en su pecho
rompiera todas las fronteras,
como si cada nuevo paso
fuera un lenguaje nuevo
para conversar con la vida,
como si cada bocanada de aire
partiera en pedazos
cada átomo del cielo.
como si cada golpe de corazón en su pecho
rompiera todas las fronteras,
como si cada nuevo paso
fuera un lenguaje nuevo
para conversar con la vida,
como si cada bocanada de aire
partiera en pedazos
cada átomo del cielo.
Nada de tanto fue suficiente, tanto de todo se hizo demasiado...
( Ada Luz Márquez)