Ada Luz Márquez (Hermana Águila): Yo: Poeta de 7 años.

Ayer tuve el valor de abrir una caja. A simple vista no es para nada un acto heróico, pero si añado además que esa caja se ha salvado de inundaciones, ratones e innumerables peligros, que durante 20 años ha estado cerrada a cal y canto y que en su interior contenía un tesoro de valor incalculable para mí...
Abrir esa caja ha sido encontrarme, frente a frente, con mi niña más profunda. Esa niña que se quedó con muchas preguntas sin respuesta porque mis raíces dejaron de estar en la tierra y pasaron a ser aéreas... últimamente he recibido muchas señales que me acercaban a ella, que la acercaban a mí. Pero lo que ayer hallé en la caja me hizo comprender cuán cerca estamos la una de la otra. Encontré mi primer cuaderno de Poemas, escrito de mi manita izquierda, con tan sólo 7 añitos ( ¡ 7 añitos, la edad de mi hijo!). Me temblaron las manos cuando abrí el cuaderno y me encontré allí, verso a verso, la misma que soy, la misma que fui hace 27 años. Mi poema no hablaba de perritos ni princesas; mi poema hablaba de la Muerte. ¡A mis 7 añitos versaba a la muerte!, definiéndola como un “mundo de cristal”, mimando los acentos, la ortografía, rimando cada verso... cada palabra que leía era una lágrima que inundaba mis ojos y nublaba mi visión, haciéndome ver...Y esa niñita que escribía poemas lloró conmigo de alegría, de puro gozo y re-conocimiento. Y las dos nos abrazamos al cuaderno como nos ha abrazado la vida, las dos bailamos la misma danza.
Qué alegría incalculable es saberse fiel a la esencia libre y salvaje, la que no se ha dejado domesticar por las causas ni los años, la que sigue más viva que nunca y prende la llama de los días, de las horas dormidas, de la brújula del alma. Ella, a través de ese primer cuaderno del que yo ya no tenía recuerdo, me ha presentado a mi esencia misma, a lo que fui y no he dejado de ser.
Como hace poco escribí: Al fin y al cabo, no somos más que seres ardiendo de Poesía.
Ella escribía porque respiraba, y yo también.

Ada Luz Márquez

(la esencia que fui, la niña que me late con la fuerza de un volcán.)