Y qué le voy a hacer
si nací salvaje
y ya no rehúso de serlo,
si prefiero el barro entre los dedos
y el sol dorando mis pies descalzos
que todas las alfombras sintéticas,
por muy rojas que me las quieran poner.
Qué quieres que le haga
si no hay más Dios que me haga rezar
otro credo que la casi extinguida Ternura
en este mundo aséptico de flores de plástico.
Si apago las luces para encender las estrellas,
si creo que no hay mejor silla que una piedra
ni mejor cama que el pasto fresco de las montañas,
ni mejor hogar que los brazos de quienes amo,
si no hay mayor gozo ni éxtasis
que mi cuerpo desnudo bajo la Luna
escuchando la respiración de la tierra,
si no quiero ya más brújula ni destino
que la vida a corazón abierto
ni más oración que la Poesía,
ni más prosa que las verdades claras como agua,
si quemé todos los juicios, sentencias y estacas
y bailé descalza sobre sus brasas.
Qué le voy a hacer, corazón,
si ya no me callo lo que mi alma canta,
si abro la presa de mis labios
y dejo salir las flores que se me salen de la garganta
como potros salvajes galopando versos,
si ya no reniego
de mi brutal sensibilidad,
si ya no escondo mi varita mágica.
¡Qué voy a hacerle, corazón mío!
si mi madre es la Tierra
y mi padre el Sol
y mis hermanas las estrellas.
Qué le voy a hacer
si estoy viva y amo estarlo,
si tengo alas clavadas en los párpados
y sólo sé amar como aman los pájaros.
Qué le voy a hacer
si soy salvajemente humana,
humana para ir a buscarme
y salvaje para regresar a casa.
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Ada Luz Márquez
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