Respiró profundo, abrió los brazos y los candados del alma, y caminó...recordando en la memoria de sus pasos descalzos que estaba VIVA en este lugar, en este momento, en este universo; y sintió el reloj vital, avanzando indetenible.
A medida que caminaba, crecía su confianza, se iba ahogando el fuego quemante del miedo y su llama interna se avivaba.
Entonces sintió la caricia del viento en sus dedos, y con él vinieron las estrellas, trayendo consigo muchas más manos al final de la suya, compartiendo destinos, entrelazando las líneas de la vida.
Y unidas disipaban la niebla, formando una antorcha lumínica inmortal.
Y juntas, se dieron las manos, desdibujando las fronteras, los mapas, la soledad.
Fue entonces cuando el imposible se derrumbó.
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-- Hermana Águila --
(Ada Luz Márquez)
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