Y de qué sirven los años
si la vida y la muerte son eternas.
Yo me quedo en la edad
de mi infancia incontaminable,
me quedo bordando en mis hijos
las alas que me tejió mi madre,
me quedo en los patucos
de lana y fortaleza
que me tejía mi abuela,
con su ceguera en los ojos
y la visión de todos los arrullos
en cada vuelta de punto
al ovillo de lana de la vida.
Me quedo en los retratos
coloridos y sonrientes
que me dibuja mi hija
con trencitas y rayos de sol
en el rabillo de los ojos
(me dice que soy yo
y yo la creo a pies juntillas).
Me veo en los sueños y heridas
de todas mis hermanas,
en el coraje de mis tías,
me veo en la inocencia pura
de mi sobrina.
Me veo en mi salvaje Madre Tierra
bailando en el fuego sagrado
con la primera mujer de mi linaje,
me veo quemada en todas las hogueras
y resurgida de todas las cenizas,
me veo en todos los ojos
que miraron antes de mí
el vasto horizonte,
en los que llegarán después
y ya están caminando huellas
desde mis pasos descalzos.
Me veo en un cuerpo que envejece
en un alma que no deja de nacer.
Me veo desde ti, vida mía...
porque sin tus ojos
no puedo verme.
Ada Luz Márquez
EN LA IMAGEN: ADA LUZ MÁRQUEZ (FOTOGRAFÍA PERSONAL. PIDO QUE NO SE DIFUNDA PARA FINES LUCRATIVOS POR RESPETO A MI PERSONA. GRACIAS) |
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