Salí del carril,
del redil,
del borde del dibujo,
del rebaño,
de los moldes,
del asfalto,
del tronco del árbol marrón y la copa verde,
me salí de los tachones rojos de la maestra
cuando pintaba el árbol arcoiris
("así no es, así está mal"
en papel y sueños de fotocopia ).
Me salí del borde del prejuicio,
del precipicio de las agujas del reloj,
salí de la hoguera en mitad de la quema
y me abrí hacia dentro,
a fuego lento,
desde el vacío hacia el todo completo,
de que nada falta,
de que no hay límites
ni mundos planos
más allá de las fronteras de la mente,
que no hay tachón sino camino,
que no hay final ni principio
porque el mundo es una esfera
flotando en el vacío infinito,
que no hay imposibles
porque el corazón está latiendo
y eso es un absoluto milagro.
Y si os dicen
que me perdí
(quienes permanecen en el límite
de tronco marrón y la copa verde)
decidles que nunca en mi vida
anduve más cerca
de mi propia raíz.
Ada Luz Márquez
En la imagen: Ada Luz Márquez |
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