No basta con contemplar una semilla para que brote.
No basta calzarse un sueño para estar en él.
Es preciso caminar.
Es necesario ser la semilla misma,
en todos sus ciclos,
en todas sus estaciones.
Sumergirse en los fondos de la inmensidad
y luego emerger,
siendo principio y final
del entramado profundo de raíces
que tejen la tierra.
La semilla es el útero de la tierra,
la madre de todos los sueños...
y la lluvia es la sangre que la riega.
Los frutos no son sino semillas
abrigadas de carne.
Hueso que sigue siendo fruto
y que late desde las profundidades
para servir de alimento
a la perpetuidad.
( Ada Luz Márquez )
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